A menudo se considera que las personas que ceden a sus antojos carecen de fuerza de voluntad, ya que la incapacidad para dominar fácilmente los impulsos suele verse como un defecto del carácter, pero esta línea de pensamiento asume que todos tenemos la misma capacidad para ejercer el autocontrol, y según una nueva investigación, puede que no sea así. Los resultados de un nuevo estudio publicado en The Journal of Neuroscience muestran que el volumen de materia gris en dos regiones cerebrales concretas sirve para predecir si una persona optará por una opción más sana o más malsana, lo que sugiere que nuestro autocontrol está fuertemente ligado a la genética.
La neuroeconomía de la dieta: “Escáneres cerebrales y planes dietéticos”
Según los modelos del creciente campo de la neuroeconomía, que estudia las funciones cerebrales subyacentes al proceso de toma de decisiones, la forma en que elegimos los alimentos que comemos depende de dos mecanismos. En primer lugar, valoramos el alimento en función de atributos como la salud y el sabor. Después, elegimos el alimento con el valor global más alto tras considerar la importancia o el peso de cada atributo. Para investigar si la estructura cerebral podía predecir si una persona haría una elección más saludable durante este proceso, los investigadores examinaron las elecciones alimentarias y los datos de imágenes cerebrales de los participantes durante el proceso de toma de decisiones a lo largo de cuatro experimentos.
A lo largo del estudio, los investigadores observaron las imágenes cerebrales y la toma de decisiones de un total de 123 participantes, 45 hombres y 78 mujeres. En los tres primeros experimentos, se colocó a los participantes en un escáner de IRMf y se les mostraron imágenes de alimentos, desde coles de Bruselas hasta galletas. Se les preguntó cuánto deseaban cada alimento, con respuestas que iban desde un sí rotundo a un no rotundo, y se les dijo que eligieran en función de su preferencia habitual, centrándose en la palatabilidad del alimento o teniendo en cuenta su salubridad.
En el cuarto experimento, los investigadores no proporcionaron ningún criterio específico para la toma de decisiones. Se indicó a los participantes que eligieran “darse un capricho” o “distanciarse” de la comida en función de sus antojos basados en el sabor o que simplemente eligieran como lo harían normalmente. Se pidió a los participantes que eligieran el precio que pagarían por comer la comida al final del experimento, con cantidades que oscilaban entre 0,00 y 2,50 dólares. Los resultados del cuarto ensayo se utilizaron para confirmar los demás experimentos.
Los participantes ayunaron durante cuatro horas antes de comenzar las pruebas. Antes de empezar, se les informó de que al final del estudio podrían comer uno de los artículos del estudio, que se elegiría al azar entre todos los alimentos valorados. Si por casualidad el alimento elegido al azar era uno que el participante había calificado como no deseado, no lo recibiría. Al final del estudio, los participantes pagaban incluso los precios elegidos por ellos mismos por los alimentos que recibían.
A lo largo de los ensayos, el volumen de materia gris en dos regiones cerebrales concretas pudo servir como predictor del autocontrol. Los resultados de su estudio demuestran por primera vez que las diferencias en la neuroanatomía de estas regiones pueden influir en la capacidad de una persona para tomar decisiones alimentarias sabias.
La estructura del cerebro podría predecir el éxito o el fracaso de una dieta
El equipo analizó los datos de las imágenes cerebrales de los participantes junto con sus elecciones alimentarias y descubrió que el volumen de materia gris en el córtex prefrontal dorsolateral (dlPFC) y el córtex prefrontal ventromedial (vmPFC) podía predecir la capacidad de cada participante para centrarse en la salud y no pensar en el sabor cuando se le pedía que lo hiciera. Aquellos con un volumen de materia gris más denso en estas dos regiones mostraban un mayor autocontrol alimentario y eran más propensos a elegir la opción más saludable.
Según los autores del estudio, existe cierto debate entre los neurocientíficos sobre cuál de estas regiones es la principal responsable del autocontrol. Muchos expertos creen que el dlPFC, muy relacionado con la cognición, la memoria y la regulación emocional, sólo entra en juego cuando los intentos de resistirse a los impulsos tienen éxito. En general, se cree que la región vmPFC está más implicada en la toma de decisiones y el proceso de valoración.
Aclarar cómo interactúan ambas regiones para influir en el autocontrol quedaba fuera del alcance de nuestro estudio. Es una cuestión que deberán investigar futuros investigadores. Sin embargo, mi teoría personal, basada en los resultados de investigaciones anteriores en las que se utilizaron técnicas de imagen cerebral funcionales en lugar de estructurales, es que el vmPFC participa en la integración de varios atributos, como la salubridad y el sabor, en una señal de valor holística, y el dlPFC pone en práctica el autocontrol”, afirma Hilke Plassmann, catedrática de Neurociencia de la Decisión del INSEAD y coautora del estudio.
Neuroplasticidad: Terapias de neurorretroalimentación para la obesidad y los trastornos alimentarios
Aunque tengamos una predisposición genética a tomar determinadas decisiones, los autores señalan que la estructura del cerebro puede modificarse en función del uso y otras circunstancias. Según los autores, la materia gris es “como un músculo que puede desarrollarse con ejercicio”.
“Nuestros hallazgos no implican que existan límites biológicamente predeterminados en el autocontrol de las personas. La estructura de las regiones cerebrales puede cambiar en función del uso, así como de otras muchas circunstancias, una capacidad de adaptación conocida como ‘neuroplasticidad'”, afirma Plassmann.
Los investigadores creen que las técnicas de ejercicios de neurorretroalimentación podrían utilizarse como terapia para quienes deseen mejorar sus hábitos alimentarios. “En el futuro, quizá podamos idear intervenciones cerebrales que modifiquen la densidad de materia gris en estas regiones”, afirma Plassmann.
Además, la investigación del equipo podría ser un primer paso para evaluar y tratar mejor los trastornos alimentarios, como la anorexia nerviosa y los atracones, que están relacionados con un autocontrol disfuncional. Los hallazgos del equipo también podrían servir como método para diagnosticar a pacientes de riesgo.
“No siempre está muy claro cómo evaluar estos trastornos. El campo de la psiquiatría busca actualmente más marcadores biológicos además de sus métodos actuales. Un determinado patrón de estructura cerebral podría ser uno de esos marcadores”, afirma Plassmann.
Liane Schmidt, coautora del estudio, añade: “También podemos utilizarlo para caracterizar a las personas que podrían estar en riesgo de sufrir trastornos alimentarios. Diagnosticar casos de obesidad, por ejemplo, suele ser sencillo. Pero los escáneres estructurales del cerebro podrían ayudar a prevenir la obesidad identificando a las personas con sobrepeso cuyo autocontrol subdesarrollado las pone en riesgo de volverse obesas más adelante en la vida.”