La L-carnitina ya se descubrió en la carne a principios del siglo XX y su estructura química se desveló en las décadas siguientes. Sin embargo, no fue hasta la segunda mitad del siglo cuando se reconoció y estudió el importante papel de la carnitina en el suministro de energía a los músculos. La L-carnitina es necesaria para el transporte de ácidos grasos a las mitocondrias, las “centrales energéticas” de las células. Sin este “combustible” necesario para las mitocondrias, el suministro de energía no tendría lugar.
La principal fuente alimentaria de L-carnitina es la carne y, en menor medida, la leche y los productos lácteos. Las personas sanas -incluidos los vegetarianos- no suelen sufrir carencias porque el organismo puede sintetizar L-carnitina por sí mismo a partir de productos ricos en aminoácidos. Sin embargo, esta síntesis puede verse alterada en determinadas condiciones de salud, como niveles de azúcar en sangre poco saludables, enfermedades hepáticas u otros trastornos metabólicos.
La L-carnitina puede favorecer el suministro de energía en las células, así como la capacidad regenerativa de las fibras musculares tras un esfuerzo relacionado con la resistencia. Por último, la administración de L-carnitina como medicina deportiva de apoyo durante el entrenamiento en cualquier tipo de deporte de resistencia no debería dejar de mencionarse como una aplicación convencional.
Si la ingesta de L-carnitina a través de la dieta no es suficiente o se produce un aumento de las necesidades o se reduce la síntesis propia del organismo, este nutriente puede complementarse con suplementos dietéticos especiales.
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